Jesús era popular entre la gente sencilla, a la que predicaba y confortaba con sus enseñanzas. Él no discriminaba por sus orígenes, a todos predicaba, curaba y escuchaba, desde los ricos y cercanos al Sanhedrín, hasta a los más pobres: pescadores, carpinteros, agricultores, prostitutas, recaudadores de impuestos (repudiados por todos por servir al gobierno romano), etc. Sin embargo, había gente recelosa de Él y sus enseñanzas, por lo que pretendían eliminarlo.
En todo el Evangelio se remarca la dura y difícil relación entre Jesús y los fariseos. Los fariseos ponían énfasis en el cumplimiento cabal de ritos y en seguir escrupulosamente la ley mosaica, Jesús enfatizaba el amar a Dios y al prójimo. Algunas enseñanzas de Jesús entraban en conflicto con los fariseos. Según la ley mosaica el sábado era sagrado y no podía hacerse nada, Jesús sana a un enfermo en shabbat; Jesús cuenta la historia del Buen Samaritano, en donde un natural de Samaria se detiene a socorrer a un hombre malherido, mientras que un sacerdote israelita se pasa de largo porque según la ley mosaica no puede contaminarse tocando sangre, en ese entonces había fuertes tensiones entre los samaritanos y los habitantes de Judá, ya que ambos se consideraban herejes y los samaritanos eran vistos por la gente de Judá como apartados de la religión judaica, por lo que la parábola del Buen Samaritano fue difícil de digerir por los fariseos.
En el Evangelio claramente se da a entender que Jesús fue condenado por los fariseos. Lo apresan el Jueves Santo en el huerto de Getsemaní, tras la Última Cena con sus discípulos a traición de Judas Iscariote. El juicio tuvo varias irregularidades, según San Mateo se llevó a cabo en casa de Caifás, el Sumo Sacerdote, cuando regularmente se llevan a cabo en lugares públicos, como en el Templo de Jerusalén; otra irregularidad es que la asamblea no estaba completa, faltaban los partidarios de Jesús.
Lo que condena a Jesús es su aceptación de que era el hijo de Dios: “Eres tú el Mesías, el Hijo del Altísimo”, le pregunta Caifás, y Jesús le responde: “Tú lo has dicho”, ante lo cual Caifás rasga sus vestiduras y grita: “Ha blasfemado”, “Blasphematur”, dice la Vulgata. Hoy en día hay separación entre Iglesia y Estado, pero antes no era así, no había separación, por lo tanto, quien atentaba contra el estado era condenado por la religión, y quien atentaba contra la religión era perseguido por el Estado, en la mayoría de los códigos penales de la Antigüedad la blasfemia y la herejía eran castigadas, por eso los primeros cristianos eran ejecutados por los judíos, y después eran perseguidos por los romanos, y es la misma razón por la que la Santa Inquisición perseguía herejes, brujas y blasfemos. En las creencias antiguas Estado y religión era lo mismo, y Dios, o los dioses, protegían al estado mientras se le ofrecieran sacrificios y el pueblo se portara bien, pero los herejes ofendían a la divinidad o no ofrecían los sacrificios necesarios, por lo que era de esperarse que la divinidad castigara al pueblo y al gobierno, por eso debía perseguirse la herejía, esto es claramente explicado en el libro “La Ciudad Antigua” de Numa Denis Fustel de Coulanges, el libro es un tratado sociológico sobre las instituciones en la Antigüedad Clásica, sobre todo de los pueblos indoeuropeos conocidos (aún no se descubrían los restos del Imperio Hitita), un ejemplo clarísimo era el culto de divinidad debido al emperador romano, culto que algunos cristianos se negaban a hacer y por lo tanto eran martirizados. El hereje atentaba contra el estado y la religión, Jesús fue acusado de herejía, crimen castigado con la muerte según la Ley Mosaica, pero debido a que Judea era provincia romana el gobierno israelita no puede ejercer la pena de muerte sin notificar y pedir autorización al prefecto romano, quien era el único autorizado para condenar a muerte. Josefo menciona en sus escritos a Caifás, y se han descubierto osarios de familiares de Caifás, su suegro, Anás fue Sumo Sacerdote antes que él, nombrado por el legado romano Quirino después de poner Judea bajo tutela romana, hasta que fue depuesto por el procurador Graco por sentenciar prisioneros a la pena capital sin pedir autorización a los romanos, normalmente el cargo de Sumo Sacerdote duraba era vitalicio, Anás fue de los pocos que fueron depuestos. Tanto Caifás como Anás figuran en las listas de Sumos Sacerdotes.
En ese entonces el procurador romano en Jerusalén era Poncio Pilato, otro personaje al que algunos culpan. Pilato sí existió, se han encontrado monedas acuñadas por él con inscripciones en griego, Pilato es mencionado por el historiador romano Tácito, y en 1961 se encontró una piedra con las inscripciones …ECTVS IVDA… (PRÆFECTVS IVDÆA, prefecto de Judá), y …TIVS PILATVS… (PONTIVS PILATVS, Poncio Pilato). Según lo escrito por historiadores de la antigüedad, Pilato tenía una relación tensa con los judíos, y simpatizaba con todo el que se opusiera a los sacerdotes. Cuando tomó posesión del cargo permitió que los soldados llevaran en la noche sus efigies e imágenes en sus estandartes, algo prohibido por la Ley Mosaica, hecho que por poco termina en rebelión. Otro roce con los judíos fue cuando introdujo en el templo de Jerusalén escudos dorados en honor al emperador Tiberio, aunque no tenían imágenes los sacerdotes se indignaron y protestaron primero con Pilato y luego con Tiberio, por lo que el prefecto mandó quitar los escudos y enviarlos a Cesarea, según algunos historiadores Tiberio escribió reprendiendo severamente a Pilato. Otro incidente fue cuando usó dinero del Templo para construir un acueducto, al protestar el pueblo judío Pilato ordenó asesinar a algunos rebeldes. Finalmente, Pilato fue depuesto por el gobernador romano Vitelio tras masacrar a algunos samaritanos.
A la mañana siguiente del juicio del Sanhedrín Jesús fue llevado a Pilato, quien lo interroga y no encuentra culpa en Él, por lo que al saber que era galileo lo manda llevar con Herodes Antipas, quien en ese entonces estaba en Jerusalén. Herodes en un principio se regocija y le pide un milagro, cosa a la que se niega Jesús, por lo que lo devuelve a Pilato. El prefecto romano lo ve nuevamente, aún cuando no quiere enjuiciarlo los sacerdotes lo presionan diciendo que se opone al pago de impuestos y que es culpable de sedición, por lo que lo enjuicia y le pregunta si es el rey de los judíos, a lo que Jesús le responde: “Tú lo has dicho”, cuando Jesús le dice que Él es testigo de la verdad, Pilato responde “Quid est veritas?” (¿qué es la verdad?). Al ver que Jesús no responde, o lo hace muy escuetamente Pilato le pregunta: “¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y autoridad para soltarte?”, a lo que Jesús le responde: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, sino te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene”. Pilato intentó liberarlo, lo mandó a azotar, y quedó cruelmente vapuleado (y literalmente, ya que en latín vapulear significa azotar), de regreso lo presenta y dice la famosa frase: “Ecce Homo”, (“he aquí al Hombre)”. Pilato no encuentra aún culpa en él y lo comunica a la multitud, que le responde “crucifícalo”. Esto es un claro ejemplo de psicología de masas, tan usada por los líderes políticos, los fariseos lograron manipular a la masa para que condenaran a Jesús. Por ser Pascua judía se puede liberar a un reo a cambio de otro, y Pilato presenta a Barrabás, un asesino, pregunta a quien quiere que libere y le responde el pueblo, siguiendo a los sacerdotes: “¡A Barrabás!” Presionado, pregunta qué ha de hacer con Jesús, y le siguen respondiendo “crucifícalo”, Pilato quería soltarlo, pero el pueblo lo presiona diciendo: “Si a éste sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace rey, a César se opone”. La Pascua judía conmemora el paso del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto a la liberación, por lo cual era una fiesta incómoda por el significado político para los romanos que ocupaban Judea. Pilato replica: “¿He de crucificar a vuestro Rey, el Rey de los judíos?”, a lo que le responden: “No tenemos otro rey que al César”. Pilato hizo esfuerzos para liberarlo, pero temiendo una rebelión accede, manda traer agua, se lava las manos y dice: “Yo soy inocente de la sangre de éste justo, ¡allá vosotros!”, y le responden: “La sangre de Él sobre nosotros y nuestros hijos”. Tras esto Jesús es llevado para ser crucificado, pero como última revancha manda poner el Título en la Cruz de Jesús: INRI, IESVS NAZARENVS REX IVDÆORUM (Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos), enojados los sacerdotes reclaman y Pilato responde: “Quod scripsi, scripsi” (lo que escribí, escrito está).
Es obvio que quienes enjuician y condenan a Jesús son los sacerdotes, porque ellos creen que es peligroso para ellos y su doctrina. Poncio Pilato cobardemente accede a las peticiones del pueblo y deja que lo crucifiquen, pero en descargo de Pilato debemos decir que según el Evangelio hizo mucho por liberarlo, pero finalmente lo entregó. El Evangelio dice que la esposa de Pilato abogó por Jesús porque tuvo un sueño en el que decía que no debía condenarlo. También, hay que ver que las respuestas que le da Jesús no ayudan mucho, ya que no son enfáticas. Pilato es alguien con estudios, en nuestros días sería un juez penal, y seguro creyó que Jesús era un personaje muy religioso, o un loco, pero falló en su cometido de impartir justicia; Pilato temía una rebelión, lo que hubiera significado protestas al César y el ser depuesto por Tiberio, lo que era una invitación a beber la cicuta, seguramente Pilato simpatizó con Jesús, ya que estaba opuesto a los sacerdotes, pero aun así debió haberlo liberado. Finalmente, Herodes es alguien que sólo se preocupó por su persona, alguien frívolo, que trató a Jesús como un mago y furioso se lo regresa a Pilato para deshacerse de Él.
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